lunes, 2 de febrero de 2009

Something to Talk About

Cuando algo realmente me molesta la sangre se me sube a la cabeza y empiezo a darme cuenta como mi boca escupe palabras sin sentido o con mucho sentido pero que justo después de pronunciarlas me hacen sentir apenada y arrepentida. Me incomoda esa reacción fuera de control. No soporto los malentendidos, es bien difícil dar explicaciones para que la gente no te tome a mal, cosa que me frustra en muchos sentidos porque dar explicaciones puede ser tanto bueno como malo y vuelves al mismo punto donde empezaste o quedas peor, pero no puedo evitar darlas cuando siento que hice sentir incómoda o mal a la otra persona. No sé si me explico. Y a pesar de que intente decir las cosas de manera más literal y cordial posible muchas veces buscamos el "fondo" (¿Qué será lo que realmente trata de decir?). Y vuelvo un tanto decepcionada a la misma frase una y otra vez: "¡Qué complicadas las relaciones interpersonales!" Pero qué tal se siente cuando encontramos y estamos con esas personas con las que podemos tener largas charlas, que continuamente comprenden lo que sentimos aún antes de comunicarlo, aquellas que no juzgan sino que comparten opiniones, con las que puedes cómodamente decir justo lo que piensas y te sientes seguro. Es por esas relaciones que se vuelve infinitamente valioso el trato entre personas; inteligente el que las conserva y afortunado el que las tiene cerca.

domingo, 4 de enero de 2009

Mirando por la Ventana de Otro

Este es un cuento que leí y me hizo reflexionar en muchos sentidos. Aquí y como siempre en búsqueda de mi camino, de llenar mi espíritu e intentando ser una persona sana interiormente; confiando que es la única manera de poder ofrecer algo valioso a los demás.
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El Juego de Abalorios de Herman Hesse

Se trata de Dión y José, dos renombrados sanadores que vivieron en los tiempos bélicos. Aunque ambos eran muy eficaces, trabajaban de maneras muy diferentes. El sanador más joven, José, curaba escuchando de un modo silencioso e inspirado. Los peregrinos confiaban en él. El sufrimiento y ansiedad, una vez que penetraban en sus oídos, desaparecían como el agua sobre la arena del desierto y los penitentes se iban alegres y aliviados. Por el contrario Dión, el otro sanador, confrontaba activamente a quienes buscaban su ayuda. Adivinaba sus pecados inconfesos. Era un gran juez, castigaba, regañaba, rectificaba y sanaba a través de una intervención activa. Trataba a los penitentes como a niños y les daba consejo, los castigaba asignándoles penitencia, ordenaba peregrinaciones y matrimonios y obligaba a los enemigos a hacer las paces.
Los dos sanadores nunca se encontraron y trabajaron como rivales durante años hasta que José enfermó espiritualmente, cayó en una sombría desesperación y fue asaltado por ideas de autodestrucción. Incapaz de curarse a sí mismo con sus propios métodos terapéuticos, partió de viaje hacia el sur a buscar la ayuda de Dión.
Durante su peregrinaje, José descansó una noche en un oasis, donde trabó conversación con otro viajero. Cuando José describió el propósito y el destino de su expedición, el viajero se ofreció como guía para asistirlo en la búsqueda de Dión. Más tarde, en medio de su largo viaje juntos, el viejo hombre reveló su identidad a José. Mirabile dictu: él era Dión, el hombre que José buscaba.
Sin vacilar, Dión invitó a su rival más joven y desesperado a que entrara en su casa, donde vivieron y trabajaron juntos durante muchos años. Primero Dión pidió a José que fuera su sirviente. Más tarde lo elevó al rango de estudiante y por último lo hizo su colega de igual jerarquía. Años después Dión enfermó y en su lecho de muerte llamó a su joven colega para que oyera su confesión. Habló de cómo José había sentido que era un milagro que su compañero de viaje y guía resultara ser el mismo Dión.
Ahora que estaba muriendo, había llegado la hora, dijo Dión a José, de romper el silencio sobre aquel milagro. Dión confesó que en aquel momento también a él le había parecido un milagro, porque él también había caído en la desesperación. Él también se sentía vacío y espiritualmente muerto e incapaz de sanarse por sus propios medios y había emprendido un viaje para buscar ayuda. La misma noche en que se habían encontrado en el oasis, iba de peregrinación hacia el famoso sanador llamado José.
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"Tenga paciencia con todo lo no resuelto y trate de amar las preguntas en sí mismas, trate de amar también a quienes las formulan."